a) Mundo bipolar y enfrentado
El origen de esta situación se remonta a la desconfianza mutua que surgió entre EE. UU. y la URSS inmediatamente después de la victoria sobre su enemigo común, el nazismo, única circunstancia que los había unido. Ambos países habían entrado en la guerra debido a las agresiones respectivas de japoneses y alemanes, abandonando la política aislacionista del período de entreguerras. Una vez lograda la victoria, comenzaron las discrepancias, ya que cultural e ideológicamente ambos países tenían poco en común. La desconfianza se apoyó además en hechos como el monopolio atómico de EE UU y las presiones soviéticas sobre los gobiernos de los países de Europa del este, en los que se implantaron regímenes comunistas sin consultar a sus poblaciones.
A esta desconfianza hay que añadir la rivalidad ideológica, expresada a través de la propaganda, a la que recurrieron ambos bandos. En ella, Estados Unidos era representado como el máximo exponente del imperialismo y de la explotación de los más desfavorecidos, y la Unión Soviética como símbolo de la revolución, del ateísmo y de la tiranía. El anticomunismo estaba muy extendido en amplios sectores políticos y sociales europeos y estadounidenses desde 1917 y la URSS había sido rechazada por la diplomacia occidental desde su creación. Después de la guerra, la corriente anticomunista se intensificó y fue difundida por los medios políticos y periodísticos occidentales. En Occidente, y especialmente en EE UU, los movimientos intelectuales y artistas de ideología izquierdista fueron perseguidos durante los años cuarenta y cincuenta.
Esta reacción anticomunista, o “caza de brujas”, llegó en algunos casos a incitar a los ciudadanos a delatar a sus vecinos o a compañeros de trabajo por “comunistas” o “traidores” al país. Por su parte, en los países comunistas la censura era total, no existía libertad de expresión y los disidentes con el sistema eran enviados a campos de concentración (gulag) o desterrados.